Hotta Ren

Cuerpo delgado y largo, mide 1.75, alto en verdad para lo que es un japonés promedio, pesa lo que come, 64 kilos. Hace ejercicio todos los días, un horario riguroso y enfocado le hace tener el cuerpo que tiene ahora, músculos firmes y fuertes, miembros estilizados. De tez pálida y delicada al no estar mucho en exteriores, se ha cuidado mucho ese aspecto en el joven Ren.

Su rostro es ovalado, equilibrio entre rasgos afeminados y otros masculinos, de ojos almendrados de un color aceituna, cejas finas, nariz pequeña y respingada, boca pequeña también con unos labios carnosos y besables. Su cabello es un poco largo aunque no deja de ser estilo de corte corto, aunque algo de su cabello cae por su rostro escondiéndole la mitad de sus facciones, de un color negro con algunos reflejos entre purpúreos y azulinos. También tiene una característica muy única que se presenta en su rostro, posee un lunar, pequeño y coqueto bajo su ojo derecho que le hace ver más femenino de lo que es.

Gusta de vestirse con ropas típicas de su país, grandes yukatas, de colores sobrios, ligeros para las estaciones cálidas y bien gruesas para Invierno y Otoño, pero eso es solo en sus días libres y en casa, como todavía tiene 18 años, va al colegio, sus ultimos años, pero por ello la mayoría del tiempo se le verá de uniforme, chaleco gris, camisa blanca con corbata roja y un pantalón gris oscuro perfectamente planchado. No es de estilos muy llamativos, pero aún así se ve elegante por cómo usa su ropa.

Se buenas a primeras es alguien bastante callado, reservado y maduro para su edad, ha tenido que ajustarse a su entorno y por ello mientras menos palabras haga, menos problemas tendrá. Es un adolescente solitario que a aprendido a resignarse con la vida que le tocó vivir, es de modos simples, le gusta el orden en su vida en esa casa, sabe en la posición aventajada en la cual está y no se aprovecha de ello, es bueno con los que le sirven a la familia, y solamente es indiferentemente cortés con los demás mientras lleve el apellido Hotta como sello de reconocimiento en su rostro, todos le conocen y por su apellido le temen, pero es paciente, no se enoja con facilidad por ello, aunque si se deprime con facilidad cuando el rehuyen.

Y aunque eso es lo que más se nota y deja ver de él, no es todo, el humano es tan único como las experiencias que tiene y al ser el hijo del medio siempre se sintió abandonado por sus padres, siempre visto en menos, casi defraudando a sus padres solo por nacer, ignorado aunque sus éxitos fueran muchos, nunca era lo suficientemente bueno (como su hermano mayor), ni lo suficientemente adorable (como su hermano menor), eso empezó a hacer mella en su tranquila sumisión, empezaba a atraer la rabia en él siendo que amaba a sus hermanos, lo cual atrajo también a la culpabilidad, el sentirse desgraciado por esos pensamientos tan bajos, por eso lo ha escondido, su lado salvaje e indómito que ha mantenido a raya a punta de "gratificación física".

En el círculo en el que se hace ver se muestra alguien frío, sin sentimientos que solo atacará, una máquina que no parará hasta ver sangre caer, no está satisfecho con solo dar un golpe o dos, necesita ver caer a su oponente hasta el desmayo, alguien bastante sádico que cuando le da la espalda a ese vicio y vuelve a casa vuelve a ser alguien tratable y sumiso.

Nido de serpiente... Deberían haber nacido todos en esa casa como Jyanomes.

Nacido como el segundo hijo en una respetada y temida familia de yakuzas, los Hotta. Toda su vida ha sido estudiar, practicar y tratar de ser el mejor, aunque siempre fue duramente criticado y comparado con su hermano mayor en cuanto a logros para, según su padre y madre, forjar un carácter más duro y capaz de sobrellevar el apellido familiar, pero su personalidad todavía era muy blanda, todos le veían como alguien débil que sabían sería atacado y eliminado enseguida si no se cuidaba bien, por ello las prácticas de Judo y Kendo, llegando a ser el orgullo del los dojos a los que pertenecía, salvo sus padres, emocionalmente no era cuidado, jamás sintió que sus progenitores hubieran dicho siquiera la palabra querido para dirigirse a él, tan solo era una molestia que dejaron de mirar, su hermano menor había nacido tan solo al año de él, el mimado era otro, el admirado era otro...

Nunca dejó de ser como era, amable, un poco manipulador entre sus subordinados, escondiendo la desdicha que daba vez más sentía, estaba deprimido, pero nadie sabía la verdad, no podía decirle a nadie, la noticia no le interesaría a nadie o la descartarían sin creerle. Se iba aburriendo de tener que ser siempre el mejor para que lo notaran, sus hermanos tampoco ayudaban. Fue por aquellos días que escuchó por casualidad una plática entre los trabajadores de su padre, un club de pelea, pagaban bien, sintió la adrenalina correr por sus venas, podría pelear algo, después de todo era bueno para recibir golpes y quería calmarse un poco o acabaría haciendo algo de lo que se arrepentiría.

Era hora, sus tan cuidados modales, su tan suave personalidad desaparecieron en el momento en que entró por la carcomida puerta del edificio abandonado y colocó la cantidad de dinero para la entrada a la pelea, llevó consigo a uno de los hombres, al que más le tenía confianza para que le resguardara si era necesario, pero no lo sería... La primera vez que ganó, dejó tan malherido al perdedor que todos pensaban que lo había matado, pero él quedó tranquilo, sus puños dolían, pero podía sentir el olor a sangre todavía en ellos después de haberse lavado las manos y su ropa, nadie sabía quien era pero pronto se hizo conocido, iba demasiado seguido, aunque el círculo eran tan bajo mundo que ni los yakuzas lo iban a vigilar, estaba a salvo su identidad por ahora, que era temido por todos a los que le tocaba pelear contra él. Tenía demasiada rabia y resentimiento encima, todavía sigue teniéndolo, aunque esconde esa faceta tan bien que nadie lo ha descubierto todavía.