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Lawrence Dohner

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Mensaje por Lawrence Dohner Vie 8 Mar - 17:27



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Nombre
Lawrence

Apellido
Dohner

Nacionalidad
Suizo

Edad
24 años

¿Qué eres, uke, suke o seme?
Suke

¿Clase? ¿Humano o Madararui?
Madararui

¿Qué clase, si eres Madararui?
Tengu, Ágila Harpía.

¿Que tipo de semilla eres?
Pesada

Descripción Física
Siendo tan parecido físicamente a su madre, fue una sorpresa el que heredara la apariencia espiritual de su padre. Su altura permanece dentro de la media con un metro setenta y ocho, convirtiéndolo en el segundo mas alto de su familia, luego de su hermano mayor. Es de complexión ligera, ágil y delgado, de musculatura compacta que le otorga la fuerza y resistencia propias de su raza sin ser realmente corpulento. Aunque su piel muy clara, no se broncea con facilidad. Tiene una peca en la base de la nuca y unas pocas mas en la parte baja de la espalda.
Sus manos son quizá demasiado alargadas y finas para pertenecer a un hombre, su tía solía referirse a ellas como "manos de pianista" en un intento de persuadirlo para que aprendiera a tocar el instrumento.
De cabello, liláceo y ondulado, se despeina sin mucho esfuerzo proporcionándole un aspecto mas desgravado de lo que le gustaría, es por eso que prefiere peinarlo hacia atrás o hacia un lado cuando la situación le solicita un porte pulcro o prolijo. Solo lo recoge si es estrictamente necesario, al cocinar o si le molesta en los ojos. Posee ojos azules y almendrados que raramente logran ocultar sus emociones y parecen oscurecerse conforme al clima y sus estados de ánimo.
No acostumbra a prestar excesiva atención a su vestimenta. Suele vestir ropa casual, cómoda y práctica, en cualquier tono que no empañe su estado de ánimo. Los colores mas chillones le molestan y le descolocan un tanto así que, por lo general, los evita. Contrariamente, si pone algo de atención en la tela de sus prendas, prefiriendo por sobre las demás las que son finas, resistentes y suaves al tacto.


Descripción Psicológica
Lawrence tiene, de buenas a primeras, todo para ser una persona recatada y aburrida del montón. No es muy sencillo llegar a conocerle lo suficiente como para darse una idea de lo que podría estar pensando en un momento dado.
Siempre intenta ser tan respetuoso como puede porque, según el, ese es uno de los pilares fundamentales de la convivencia, aunque con sus escasos allegados toma una actitud mucho mas abierta y relajada.
No tiene una filosofía ni una meta fijada a muy largo plazo, hace algún tiempo llegó a la conclusión de que el ser humano es, por naturaleza, en parte egoísta y se propuso explorar diferentes actividades, buscando algo, aún sin saber que.
Es inteligente aún sin ser sobresaliente ya que le faltan características fundamentales para aplicarse como constancia y perseverancia, pero lo compensa con algo de iniciativa y determinación. Llegó a desarrollar desconfianza hacia una parte de sus instintos y sentimientos, así que suele torturarse demasiado dándole muchas vueltas a algún asunto en particular.
Muchas veces, cuando está intentando llegar a una conclusión, se centra tanto en sus pensamientos que parece estar completamente perdido o divagando.
Busca conservar la tranquilidad cuanto le sea posible y se mantiene al margen principalmente porque le disgusta la idea de tornarse molesto de algún modo, aunque si se le presenta la oportunidad de colaborar con alguien suele hacerlo sin reparos, ya que le gusta sentirse útil.
No se enoja con facilidad, pero si alguien logra enfadarlo no tiene reparos en dejar a un lado su aparente calma y defender su posición por los medios que considere necesarios.
Es muy protector con sus seres queridos, para quienes se reserva su faceta cariñosa y expresiva, volviéndose bastante mas hablador y dispuesto. En estos casos es incluso un tanto celoso, caprichoso y posesivo, no obstante, le cuesta exteriorizarlo.


Gustos

Los días ventosos, la nieve y el frío.
Los aromas sutiles y agradables o los perfumes suaves.
La cocoa caliente y el té.
Acampar o pasar tiempo al aire libre.
Le encanta cocinar y es bastante bueno en ello, pero solo se siente cómodo haciéndolo en su propia casa y lejos de las miradas curiosas.
Escuchar música, generalmente suave.
Los animales pequeños. Prefiere los perros a los gatos, porque estos le generan cierta desconfianza, pero aún así le gustan.
Leer para pasar el tiempo.

Disgustos

No le gusta el anís ni el agua de azahar.
Sentirse impotente, débil o manipulado le molesta al extremo de hacerle actuar precipitadamente.
Los ambientes ruidosos en exceso y las muchedumbres.
Los días de calor extremo y mucha humedad.
La ropa poco práctica, demasiado ajustada o que restrinja sus movimientos de algún modo.
Que lo despierten de malos modos.

Historia
Lawrence nació en Suiza, un once de junio, siendo el segundo hijo de su familia. Su madre, uno de los escasos dragones de Komodo, murió poco después pero su progenitor volvió a casarse y tuvo otros dos hijos. El nuevo matrimonio no fue bien, por lo que no dudaron en separarse y su infancia se convirtió, sin tardanza, en una sucesión de experiencias desagradables.
Su padre era un renombrado banquero con un puesto importante y, al perder a la mujer que amaba fallando luego al intentar reemplazarla, convirtió su impecable reputación en su razón de ser. Pasaban semanas en que apenas regresaba a casa, dejándose absorber por trabajos que nunca le habían tomado tanto tiempo pero el verdadero problema acontecía cuando regresaba, borracho hasta la médula, y se encontraba con el, vivo retrato de su madre.
La mera visión de sí mismo representaba una tortura para su padre, el lo sabía, pero no había nada que pudiera hacer. En un principio se contentaba con gritarle por cualquier razón y dejar en claro que aborrecía su existencia, vestigio inútil de aquello que nunca podría volver a tener. Pero, con el tiempo y el alcohol, las cosas empeoraban. Un desafortunado día un libro salió despedido, fruto de un ademán violento e impactó malamente contra el niño desprevenido, que se limitó a dejar escapar un quejido de dolor. Nunca pudo olvidar el brillo enfermizo en la mirada perdida se su ancestro y, de haber podido, este no lo habría dejado. Fue cuestión de días para que el solo cruzarse en su camino lo convirtiera en merecedor de una golpiza.
El hermano mayor de Lawrence había viajado a Inglaterra el año anterior para estudiar en una prestigiosa universidad, por lo que no estaba enterado de la situación. El segundo hijo no podía dejar de pensar que era mejor así. ¿Que hubiera hecho su preciado hermano de haberlos visto de ese modo? No había más remedio que lograr valerse por sí mismo y escapar tan lejos como le fuera posible. Sus hermanos pequeños estarían bien, ellos no se parecían a su madre después de todo.
Con esa idea en mente se empeñó mas y mas en los estudios de economía que había comenzado con su padre años atrás.
Pasado un buen tiempo, con catorce años recién cumplidos, conoció al niño que lo cambiaría para siempre. Le vio por primera vez en un importante evento de la compañía de su padre y quedó prendado de el. Era tan bello como un ave emprendiendo vuelo hacia el amanecer, tan libre y majestuoso que el solo observarlo le extasiaba. Sin entender porqué su sonrisa le robaba el aliento y no podía alejar de su mente el movimiento de su cabello dorado siendo agitado por el viento.
Cuando una tarde le dijo que se marchaba de regreso a su país se sintió morir de angustia y sin pensarlo en demasía se propuso acompañarlo, sin importar cual fuera el costo.
No le costó demasiado hacerse con una carta de recomendación y reunir sus pocas pertenencias, pero su padre fue claro con respecto a un punto en específico. De ningún modo le impediría tirar su vida de aquel modo o desperdiciar su futuro, pero no permitiría que deshonrara su linaje. Si deseaba partir debía olvidar quien era en realidad y convertirse en un mono más.
Aceptó sin discutir. En aquel momento le pareció que la sangre que corría por sus venas era otra de las cosas que ese hombre le había dado y que, del mismo modo, tenía derecho a quitársela.
Viajó a Italia. En aquel país era solo un extranjero, le resultaba extraño no contar con el prestigio de su linaje, pero lo que había ido a buscar allí era su corazón y valía la pena cualquier esfuerzo. Se comportó como un niño, ciego y sumiso ante la guía de sentimientos que aún no comprendía.
Un par de semanas después volvió a encontrarle. Era el mas pequeño de los hijos varones de una importante familia jyanome. Si le sorprendió el hecho de le hubiera buscado con tanto ahínco o de que llegara a verle con toda la apariencia de un hombre mono, fue muy hábil al disimularlo.
Sin demora en encontró trabajo en un periódico que, aunque no bastaba para llevar el estilo de vida al que estaba acostumbrado, le permitía vivir decentemente. Alquiló un departamento, continuó sus estudios y, aún contra todo pronóstico, dedicó enteramente sus horas libres a pasar el tiempo con el, el preciosos objeto de sus fantasías y esperanzas.
La relación daba la impresión de progresar, como un capullo que se toma su tiempo al florecer, e irse convirtiendo poco a poco en una sólida amistad que aspiraba a ser algo más.
No tardaron en oírse rumores sobre el mas joven de una familia de tanta alcurnia, gastando su tiempo junto a un humilde muchacho que, además de no ser madararui, no parecía tener pasado ni futuro. Poco le importaba todo aquello y a su preciado amigo solo parecía divertirle, quizá demasiado.
Creyó no caber en si de felicidad la tarde en que, casi ocho meses después, tomándole de la mano con aire distraído, le besó la mejilla y le preguntó con tono jocoso si le gustaría que fueran pareja. No hizo mas que asentir visiblemente abochornado y en ese sencillo acto entregó al otro todo cuanto aún poseía de si mismo.
Durante años logró evadir airoso desprecios, amenazas y sobornos, integrantes claves del amplio abanico de acciones que la disconforme familia de su amado había puesto en práctica en un inútil intento de apartarlo de su lado. Ya incluso los mas reacios se veían obligados a reconocer su tenacidad al respecto. Pero algo no iba bien. No recordaba cuando fue que comenzó a notar el frío en el semblante ajeno al sonreírle. Llegó a preguntarse si no había estado siempre allí, si en realidad era el mismo quien no había querido verlo.
Con el paso de los días su relación se deterioraba y enrarecía a pasos agigantados. Era algo que escapaba totalmente de su control y no hallaba el modo mas racional de encarar la situación. La impotencia y la desesperación le robaban el sueño pero se negaba a aceptar que quizá aquel remanso de alegría efímera estaba llegando a su fin.
Una mañana le llamó a un parque concurrido, su semblante no auguraba nada bueno. Con voz queda le informó que estaba comprometido, al mes siguiente se casaría. Con la misma tranquilidad le contó entre susurros el porqué le gustaba tanto. Era realmente fascinante, se atrevió a murmurar, sin importar cuanto tuviera que luchar contra el mundo, el era realmente libre. Le envidiaba y por eso había decidido que debía tenerle. No le amaba ni mucho menos, solo pensó que podría divertirse cortando sus alas.
Al escucharlo sentía como su corazón se fragmentaba poco a poco, no quiso escucharlo, no quiso creerlo, no quiso aceptarlo pero las palabras seguían llegando, mas certeras y dolorosas que cualquier daga. Fue entonces que comprendió, el otro había estado tanto tiempo a su lado con aquellos sentimientos y no había sabido ayudarlo. ¿Como podía aspirar a amarlo si no podía desembarazarlo del rencor ponzoñoso que lo consumía? Entonces alzó el rostro, enseñando sin vergüenza las lagrimas que antes ocultaba su cabello y, con la sonrisa mas cálida que había podido dedicarle, le abrazó. Se disculpó en un murmullo, por no haber sido capaz de hacerle feliz, y le prometió que estaría para el, como un amigo, un confidente, sería lo que el necesitara desde aquel momento hasta que su esposo velara por el.
El rubio le observó descolocado por un tiempo antes de caer en la cuenta de que sus manos se habían vuelto puños y temblaban ligeramente. Todos estos años había esperado aquel momento, en el que le vería gritar enfurecido, en el que se arrastraría a sus pies suplicante. Incluso le había quitado eso, su momento de satisfacción burda, mundana y vacía, que por tanto tiempo había preparado. Quizá fue ese el momento en que decidió que no le permitiría marcharse, que no podía permitirle irse y encontrar la felicidad, muy lejos de donde el pudiera alcanzarle.
La boda se ofició casi un mes después. Lawrence fue el padrino e incluso pudo sonreír sinceramente un par de veces. La noche había sido prometedora en un inicio, pero con la llegada de la madrugada comenzó a llover. Luego de la celebración tenía pensado marcharse.
Ya era tarde cuando los pensamientos comenzaron a hostigarlo. Intentando no arrepentirse de su decisión, inspiró un par de veces y caminó hasta el pórtico que daba al jardín. No hizo ademán alguno de querer salir, pero dio la casualidad que fijando la vista entre los árboles a unos metros de distancia notó un extraño movimiento. Uno que no se asemejaba en absoluto a las ramas que la tormenta agitaba con insistencia.
Distraído como estaba no cayó en la cuenta de la presencia a sus espaldas y, restando importancia a lo demás, salió aún en medio de la tormenta a comprobar que no se tratara de un ladrón o algo que se le asemejara. La escena que llegó a contemplar fruto de su atrevimiento lo dejó al borde de la catatonia. El prometido y la hermana del muchacho que tanto había querido se besaban con pasión desproporcionada aún sin caer en la cuenta de quien les observaba.
Escuchó pasos ahogados en la hierba, casi chapoteando. Alguien pasó a su lado, llegó a distinguir las lagrimas, un destello metálico... y una maraña de cabello rubio. Un chillido de horror logró hacerle reaccionar. La mujer comenzó a correr, tropezó en el barro, pero no tardó en levantarse. Un forcejeo inútil. Un nuevo grito de histeria, nacido de una garganta diferente.
La luz de un relámpago iluminó, para su gracia y horror, el panorama que le rodeaba. El novio infiel yacía inerte contra el suelo, su traje claro empapado de sangre. El nuevo viudo aún lo sujetaba encolerizado. Dirigió entonces la mirada hacia el, y lo atrapó con su mirada hipnótica, casi psicótica. Sintió como esa mirada se clavaba en su interior y el terror despertaba una parte olvidada de si mismo. El contrario se puso de pié con una sonrisa cínica y alzó el cuchillo convertido en puñal. Logró esquivarlo torpemente para correr sin rumbo, internándose en el jardín fangoso. De un momento a otro, sus pies dejaron de atascarse entre las ramas caídas. Asustado, abrió los ojos solo para comprobar que estaba volando. El cuerpo le dolía y la lluvia lo azotaba en todas direcciones, pero ya estaba lejos, estaba fuera de su alcance.
Volvió la mirada al suelo, buscando a su atacante en el preciso instante en el que este le divisaba. Abstraído como estaba en sus delirios y su afán por alcanzarle que tropezó con una raíz, cayendo en el descuido hacia adelante, con tan mala fortuna que la hoja plateada acabó hundiéndose en su costado.
El chillido del águila atravesó el patio entero a pesar de la tormenta. La vida de su niño, al que tanto había querido se escapaba a borbotones por la herida, junto al líquido carmesí que ahora tenía sus prendas. Los invitados le rodearon sin tardanza impidiéndole ver lo que pasaba a continuación, pero ya estaba en su límite. Atormentado por la pena se abandonó a sus instintos y voló tan lejos como su maltratado cuerpo recién despertado se lo permitió. Entonces se dejó caer y se abandonó a su suerte...
El tiempo era el mejor doctor, o eso le hubiera gustado afirmar. Desde aquel fatídico día no había vuelto a saber de el y estaba conforme con ello. No quería oír de la boca de alguien mas si estaba herido o incluso muerto.
Ahora vagaba sin rumbo, conociendo el mundo. Con un título universitario finalmente en su currículum y sin tener que preocuparse realmente por el dinero, se dedicaba a atender únicamente al presente y continuaba buscando, sin saber qué.


Anexos
Toca el violonchelo.
Desde los 19 años esta intentando abandonar el cigarrillo definitivamente, pero de vez en cuando vuelve a recaer en aquel mal hábito.
Si se aburre en demasía o encuentra una posición cómoda, puede quedarse dormido en cualquier lado y a cualquier hora del día pero, al ser de sueño ligero, el menor sonido o movimiento logra despertarle.
Su tolerancia al alcohol es casi inexistente.

Imagen:

De donde viene tu personaje
Ib (Videojuego)

Nombre Real del personaje
Garry

“Si te violo y me dejas es que eres mío así que cállate y abre las piernas.”
Lawrence Dohner
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Tengu/Hombres alados
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Mensajes : 7

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Mensaje por Haruka Sáb 9 Mar - 2:29

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Haruka
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