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Hotaru Collins

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Mensaje por Hotaru Collins Jue 28 Feb - 14:08


Hotaru Collins

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Si te violo y me dejas es que eres mío así que cállate y abre las piernas. (Q^Q)

Nombre completo: Hotaru.
Apellido:Collins.
Edad:19.
Nacionalidad:Británico-japonesa.
¿Qué eres?:Uke, aunque le gustaría probar ser seme alguna vez.
Clase: ¿Humano o madararui?:Madararui
Raza:KAJI HA-RUI // Conejo.
¿Qué semilla eres?:Ligera.


Descripción física

Hotaru heredó tanto el color de cabello como los preciosos y grandes ojos azules de su madre y la piel de su padre, blanca y extremadamente suave al tacto, la textura de su piel fue lo que le ahorró las cicatrices que tendría que tener por todo su cuerpo, ya que el Amo había ordenado que nadie se atreviese a dejarle marcas. Aun así, una persona ignoró las advertencias y le hizo una pequeña herida a la altura de su pelvis, cerca de la parte sobresaliente izquierda del hueso pélvico. Le gusta recoger su rubio flequillo con unas pinzas, según él para darle personalidad a su cabello y a veces se tapa los ojos con unas gafas de sol, más que nada porque son sensibles a la luz.
Mide alrededor de un metro setenta y unos cincuenta y cinco kilos, su complexión delicada le impide ganar demasiada masa muscular, sin embargo consiguió estar un poco tonificado tras las sesiones de autodefensa a las que sus padres le hacen asistir semanalmente.
Rara vez se le verá vestido con algo que no sea de su propio diseño, la moda es su pasión y le encanta usarse a sí mismo como modelo. Le agradan los pantalones vaqueros, las camisas ligeras, algunos accesorios, chaqueta si el atuendo lo amerita, y por supuesto un sombrero que adorne su cabeza. A veces prescinde de él, pero solo si considera que lo que lleva puesto no lo necesita.
Le gusta mantener sus uñas bien cuidadas y pintadas, preferiblemente de negro, no obstante de vez en cuando cambia de color y se aventura a algo que, una vez más, pegue con su ropa o en su defecto el tema del evento en el que vaya a participar.
Además del esmalte de uñas, sus dedos se verán a menudo adornados por varios anillos, y sus brazos y cuello con cadenas, a veces cosas más complejas, dependiendo de su estado de ánimo. Otra característica que le quedó de sus peores años de vida es el piercing que porta en el pezón derecho, y curiosamente es lo único de lo que está orgulloso de esa época, ya que se la hizo uno de los pocos amigos que logró hacer. Es bastante pequeñito, apenas sobresaliendo de su pecho, tiene dos bolitas a cada extremo que cambian de color según su temperatura corporal, cuando tiene frío se torna azul marino, y cuando tiene mucho calor es del mismo tono que sus ojos.
Al llegar a Japón se topó con una persona que ofrecía muestras de perfume, no estando acostumbrado a que la gente lo parase para oler cosas, se detuvo y lo probó. Su padre, al ver lo que Hotaru estaba haciendo, decidió aligerar un poco las cosas para su hijo y permitió que le hicieran lo mismo. A Hotaru no le gustó el perfume que le echaron a él, sin embargo nada más oler el que le habían ofrecido al mayor se encargó de comprárselo, a partir de ese momento no va a ninguna parte sin haberse echado unas gotas. Es una fragancia más bien dulce, para nada parecida a los usuales olores masculinos, pero a su vez tampoco es femenino.
No le molesta delinearse los ojos durante los conciertos, a pesar de que hubiese protestado la primera vez que se vio forzado a maquillarse, es más, actualmente lo hace de buena gana e incluso le parece que le queda bien, no es extraño ver sus ojos ligeramente cubiertos de negro, solo lo suficiente para sacar el bello color de los mismos en evidencia.
Usa pendientes en ambas orejas, una de ellas teniendo dos agujeros en vez de uno solo.





Descripción psicológica

A pesar de lo que todos pensarían de alguien que ha vivido una vida tan dura, Hotaru conserva su aire alegre que incluso de vez en cuanto raya en lo infantil. Le gusta reír más que nada en el mundo, es bastante entusiasta y, aunque en el pasado era extremadamente confianzudo y después de cierto suceso aquello se ha ido, sigue pensando que todo el mundo tiene algo bueno dentro de él.
Hoy en día puede que no ofrezca su fe de buenas a primeras, primero analizará la situación y la persona, las ventajas y desventajas de creer en su palabra, y luego tomará una decisión – que usualmente terminará siendo la adecuada, ya que de alguna manera ha desarrollado un sexto sentido que le hace correr como alma que lleva al diablo de las situaciones peligrosas, prácticamente es capaz de olerlas.
Es un gran amigo de sus amigos y les ayudaría en todo lo que pudiera de ser necesario, odia la idea de dejar a alguien desamparado. Su naturaleza amigable no ha cambiado con el paso de los tiempos y la amistad representa una gran parte de su vida.
En cuanto a su vida amorosa, difícilmente lo reconocerá, sin embargo teme enamorarse. Desde que se mudó a Japón no ha tenido ningún contacto físico con nadie y ha evitado todo lo que tenga que ver con el amor. Le da miedo acabar sufriendo o que le traicionen, por lo que prefiere mantenerse alejado, pero a pesar de sus duros esfuerzos por no pensar en ello, una parte de él anhela con desesperación encontrar a alguien especial, alguien que lo quiera y que se preocupe por él. Por ese mismo motivo envidia un poco la relación de sus padres, ya que quiere algo parecido en su propia vida.
Es un romántico, por difícil que sea de creer, piensa que una pareja de verdad tiene que desear el contacto directo con su amante, y no necesariamente en el aspecto sexual. Es cariñoso y sabe que si acabase enamorándose no podría quitarle las manos de encima a su amado, ya sea una caricia ocasional, un leve roce o entrelazar sus dedos con el otro, piensa que no podría estar con alguien que no correspondiese ese deseo suyo de demostrar cariño, incluso en público.
Por otra parte, en la cama es bastante activo, tal vez por su ‘’entrenamiento’’, o simplemente porque así es como es, no puede estarse quieto durante el momento de la verdad, siente la necesidad de complacer a su pareja tanto como la de ser complacido. Ha aprendido que existe tanto dolor malo, insoportable, como dolor bueno, y no le molesta que las cosas se pongan un poco rudas, sin embargo prefiere que todo tenga un cauce más tranquilo, está consciente de que cuando conozca a alguien importante querrá tomarse su tiempo para explorar cada milímetro de su piel.
Desde que escapó, vive la vida como si cada día fuese el último y hace todo lo que le dicte su corazón, aunque más tarde acabe arrepintiéndose, ha tomado como lema propio lo que una vez leyó en alguna parte: Vale más actuar exponiéndose a arrepentirse de ello, que arrepentirse de no haber hecho nada (Giovani Boccaccio).
También tiene una parte seria que rara vez muestra, pero que está casi siempre presente en su mente. Se ha vuelto alguien bastante frío y tiende a pensar mucho las cosas, tal vez demasiado, lo que contrarresta totalmente con su filosofía.


Gustos:
- Las personas que son verdaderamente amables.
- Las cosas monas.
- Los colores en general.
- El mar, ya que nunca ha ido a verlo.
- La comida dulce, la picante, la especiada, la salada, la agria…
- La comida…
- ¿He mencionado la comida?
- Los viajes.
- Cantar, que aunque no sea su actividad favorita, le trae paz.
- Diseñar y saber que sus diseños están bien vistos hacen que un gran sentimiento de realización hormigueé su alma.
- Los animales.
- La belleza, tanto de las personas como el arte.
- La música.
- Los peluches.
- Vivir la vida con alegría.
- El optimismo.
- Las caricias.

Disgustos:
- Todo el que tenga dos caras.
- Las mentiras.
- Las cosas amargas, como el café, ¡puaj!
- Vivir una mentira.
- Que alguien asegure que es mejor que los demás.
- Los creídos.
- Las personas que menosprecian a los demás.
- Los maltratadores de animales.
- El miedo.
- Tener que hacer decisiones importantes.
- El pesimismo.
- Saber que el mundo se rige por dinero.




Antecedentes Históricos

Caroline Collins era el resultado de la unión entre Suzanne, del linaje más prestigioso de conejos de Inglaterra, y Joseph Collins, oso grizzli, heredero de una gran empresa especializada en materiales de construcción. Para gran disgusto de su padre, heredó el kogen de su familia materna.
Creció entre riquezas y fue educada por los mejores maestros del país, convirtiéndose en una mujer educada y refinada, por eso mismo, grande fue la sorpresa de sus progenitores al descubrir que no solo había tenido un amorío con un cazatalentos japonés que había conocido en uno de los bailes a los que ellos mismos habían insistido a que asistiera, humano además, sino que encima había quedado encinta con un hijo bastardo suyo. Aprovechándose del hecho de que el mono no estaba al tanto del embarazo de su primogénita, le dieron la opción de no tener que abortar el feto y abandonarlo en algún sitio, para después casarse con un pretendiente que ellos mismos escogieran, asegurándole de que de no estar de acuerdo se encargarían personalmente de que fuera desterrada del Reino Unido y tendría que vivir como una paria de la sociedad, sola y con un hijo a cuestas, sin saber siquiera si tendría algo para darle de comer o un techo bajo el cual resguardarse de la lluvia, además con la consciencia llena de remordimientos porque habría sido la que hubiese llevado a la muerte al hombre que había tenido el gran atrevimiento de seducirla.
Llena de temor, y sabiendo que sus padres serían capaces de cumplir con sus amenazas, Caroline dio a luz a su hijo y, en cuanto estuvo segura de que estaba sano, lo llevó ella misma, después de haber investigado durante todo su embarazo, a un orfanato en el que estaba segura de que sus padres no le encontrarían y en el cual fuera tratado bien.
Durante sus primeros catorce años de vida, Hotaru creció siendo relativamente feliz. Tenía amigos, las monjas eran amables con él y, a pesar de que no conocía a sus padres, le habían asegurado desde pequeño que su madre, incluso entonces, velaba por él a pesar de que no le era posible visitarle, que lo amaba e incluso recibía regalos de su parte amenudo.
Todo lo bueno acabó una noche en la que se había despertado por el ruido de gritos viniendo del pasillo, junto un extraño calor que flotaba en el ambiente, lo que le extrañó todavía más ya que estaban a principios de febrero. Y entonces lo oyó: un ruido que rápidamente comparó con el crepitar de la leña cuando hacían una hoguera en el patio durante los veranos y contaban historias de terror, durmiendo bajo las estrellas, pero a gran escala.
Se levantó a toda prisa y salió del cuarto acompañado de varios niños más con los que lo compartía, y el infierno se desató. El orfanato estaba en llamas, los pilares siendo comidos a lametazos por las llamas, el edificio comenzaba a caerse a pedazos. Echó a correr, arrastrando detrás de él a todos los que pudiera, consiguiendo salir todos con vida sin demasiadas quemaduras por los pelos, y Hotaru, que era el mayor de los que estaban presentes, les ordenó a todos que no se movieran del lugar en el que los había dejado por nada del mundo hasta que volviera con ayuda.
Salió corriendo hacia la ciudad, y sus compañeros, que le tenían en alta estima, obedecieron su mandato. Pasaron los minutos, luego las horas y acabaron llegando los policías y bomberos, acompañados de varias ambulancias, no obstante, no había ni rastro del conejo.
Para llegar a la comisaría de policía más cercana al orfanato en el que vivía, tenía que pasar por los barrios bajos. Si bien para algunos adultos aquel lugar ya era espeluznante, una persona de la edad de Hotaru estaría aterrorizada. No era tan pequeño como para ignorar lo que eran los grandes carteles rojos que había por todas partes, las casas de juego y apuestas o para qué se utilizaban los moteles, y tampoco era lo suficientemente mayor como para defenderse por sí solo en caso de ser atacado.
Era joven, bello, estaba descalzo e iba en pijama, mostrándose tan perdido en la gran ciudad como en realidad se sentía, no era difícil que alguien se aprovechara de la situación.
Un hombre de apariencia afable, totalmente en contraste con la degradación de su alrededor, se le acercó y le preguntó qué era lo que hacía en aquel lugar, y qué le había ocurrido para llevar esas pintas. Pensando que había encontrado por fin su salvación, Hotaru le contó absolutamente todo lo que había ocurrido aquella noche, confiado en que le ayudaría. Ojalá hubiese tenido razón.
El hombre, conservando la expresión amigable, aunque en aquel momento teñida con un poco de preocupación, le pidió que le acompañase, le dijo que se encargaría de llevarle a la comisaría a contarles a los policías también su desdicha, y que era peligroso que un niño paseara solo por esa zona en especial y más aun a aquellas horas. Le siguió de buena fe, agradeciéndole por su amabilidad.
Hotaru había estado en la ciudad tan solo unas cuantas veces en toda su vida, cuando iban de excursión con las monjas, por lo que no era de extrañar que no se diera cuenta de que estaban yendo en dirección contraria a la que deberían. El coche paró frente a un edificio lujoso de grandes puertas de cristal que estaba adornado con varias plantas por aquí y por allá. Preguntó qué hacían ahí y por qué no habían ido donde los policías, a lo que el extraño le contestó que necesitaba ir a su casa primero a recoger algo, y le pidió que le acompañase para que, de paso, le pudiese prestar algo de ropa, así no tendría que andar por ahí en pijama, y dado que su hijo tenía más o menos la misma talla, podría darle algo suyo. Hotaru asintió una vez más, y bajó del vehículo, acompañándole hasta uno de los apartamentos que había en aquel edificio. Una vez llegados, el hombre le dijo que se diera una ducha rápida para limpiarse la suciedad que el incendio le había provocado, y que mientras él iría a buscar la ropa. Esta vez protestó, diciendo que sus compañeros le esperaban, el extraño le aseguró que no tenía nada de lo que preocuparse, que la comisaría estaba muy cerca de ahí, y que sus amigos estarían a salvo en menos de lo que se esperaba. Complacido con la respuesta, se dirigió al cuarto de baño y comenzó a quitarse el pijama, entró en la ducha y se lavó a toda prisa, luego se secó con una gran toalla y la envolvió alrededor de su cintura.
Salió tímidamente del aseo, pidiéndole al hombre que le trajera las prendas porque ya había acabado, le contestó que fuera a la habitación, asegurándole que no tenía porqué tener vergüenza, pues ambos eran hombres. Lentamente obedeció, pero al llegar no pudo ver al extraño por ninguna parte, y tampoco la ropa que debería de estar sobre la cama. De repente, alguien le agarró por la espalda, tapándole la boca para que no gritara. Sintió piel contra piel y algo presionando contra sus cintura. Su toalla cayó al suelo.
La voz del mismo hombre que le había tratado con tanta amabilidad comenzó a susurrarle en el oído, provocándole escalofríos que hacían que su cuerpo se llenara de temor y su vello se erizara, le dijo que los niños no deberían de confiar en desconocidos, que nunca podrían saber lo que les iban a hacer, y que tal vez lo había hecho a sabiendas de los riesgos y que se lo había buscado solo.
Un suceso tan atroz como lo que pasó a continuación no es apto para mentes sensibles. Fue humillado, ultrajado, golpeado por tratar de escapar, o aunque fuera por resistirse, despojado cruelmente de la inocencia juvenil de la que había gozado hasta aquel momento, y cada fibra de su interior desgarrada. En cuanto la mañana llegó, Hotaru era un cuerpo inerte lleno de magulladuras, pálido y sangre cubría tanto su cuerpo como las sábanas blancas bajo las cuales le habían arrojado. ¿Estaba muerto? No, pero habría deseado estarlo, sobre todo si hubiese sabido lo que vendría a continuación.
Alguien llegó, en aquel momento estaba oscilando entre la inconsciencia y mantenerse despierto, tanto que a pesar de que escuchaba murmullos a lo lejos, no era capaz de entender una sola palabra de lo que decían a su alrededor, por lo que lo primero que notó era algo frío contra su muslo. Entró en pánico, no quería más dolor, quería que todo acabase, pero no estaba en condiciones de mover un solo músculo, solo emitió gemidos lastimeros, como un cachorro herido. Por suerte o por desgracia, no le volvieron a mancillar… aquel día. Le atendieron, se aseguraron de que se curase y durante los siguientes años de su vida fue obligado a ejercer la prostitución.
Aquella noche uno de sus clientes más amables acababa de irse, estaba feliz de que le visitara frecuentemente porque, a pesar de que no era ni joven ni apuesto, le trataba con cuidado y no le pegaba como la mayoría de sus clientes. Comenzó a tararear en la ducha y después empezó a cantar con todas las de la ley. En el orfanato le habían impartido tanto clases de canto como de órgano y piano, y no temía reconocer que su voz era muy buena, tanto que había tenido la posición principal en el coro durante mucho tiempo, cantar era una de las pocas cosas que le hacían sentir que todo estaba bien, que la vida podría ser peor, sin embargo también le traía recuerdos de la etapa más feliz de su corta existencia, que, ahora que tenía dieciocho años, se le hacía demasiado distante ya.
Tan concentrado estaba que no se había percatado de que un hombre, asiático según sus expresiones, había entrado y le estaba mirando con asombro. Le preguntó si el Amo, que era como el hombre que le había introducido en aquella nefasta vida le hacía llamarlo, le había enviado, y que pensaba que ya había terminado por aquella noche, pero que estaría listo para él en breve. No quería hacer enfadar al Amo, ya que había aprendido por las malas que nunca traía nada bueno.
El hombre, con una mirada que oscilaba entre triste, agobiada y esperanzada, le dijo que no, que no era su cliente sino que más o menos era un detective que había venido a ayudarle. Aquel ‘’más o menos’’ no le agradó, pero Hotaru se apresuró a salir de la ducha y a vestirse. ¿Debería confiar, una vez más, en las palabras de un completo desconocido? Por otra parte, nada podría ser peor que lo que había sido obligado a vivir durante casi cuatro años.
Le dijo que se llamaba Hiroshi Yamagoto y que el ‘’Amo’’ iba a ser arrestado y encarcelado aquella misma noche por violación, asesinato, y por forzar a varios menores de edad, tanto mujeres como hombres, a ejercer la prostitución, además de poseo de armas de fuego ilegales y tráfico de drogas. Por como sonaba aquello, el hombre seguramente iría a pudrirse en la cárcel, Hotaru no podría estar más feliz por ello. Tan eufórico que no se percató de que había soltado su kogen inconscientemente hasta que Hiroshi le preguntó con una gran extrañeza si era un conejo, a lo que Hotaru se sorprendió todavía más que el mayor ya que estaba más que seguro de que éste era un mono, un humano normal y corriente que no debería de poder ver su animal interno. Hiroshi dio una gran y reconfortante risa, y le contó que su reacción había sido bastante interesante al descubrir que había madararui entre ellos al casarse con su esposa y acabar hipnotizado por ella para que viera los espíritus, como él los llamaba. También aprovechó el momento para decirle que, de hecho, el detective era un amigo suyo al que debía un favor y que le pidió que le ayudara en el caso, aprovechando su visita a Inglaterra, y que él era el dueño de una discográfica japonesa, con el extra de que le gustaría contratarle como cantante y hacer que grabase un disco, tal vez algún que otro videoclip.
Tantas buenas noticias le hicieron dudar de su cordura, se preguntó si no estaría imaginándolo todo, tal vez era un sueño… uno del que no quería despertar nunca. Rezaba porque de verdad fuera la realidad, tal vez Dios se apiadara de él después de haber sufrido tanto.
Tuvo que dar testimonio de lo que le había pasado ante un jurado, y luego Hiroshi se ocupó de preparar todos los papeles que necesitaba para volar a Japón. ¿Por qué mentir? Estaba aterrado ante la idea de lo desconocido, pero la promesa de una vida mejor le daba la suficiente determinación como para acompañarle.
Todo resultó ser incluso mejor de lo que se había imaginado. Hiroshi le alquiló un apartamento cerca de su discografía y no pasó mucho hasta que le llamó para que fuera a grabar el disco prometido. Entretanto, se había encargado de enseñarle cada pequeño rincón de la ciudad, le había contratado profesores que le enseñaran el japonés y todo se volvió más increíble todavía cuando su cara comenzó a estar por todas partes. En poco tiempo se había convertido en uno de los artistas más conocidos del país.
La primera vez que visitó la casa de Hiroshi, pensó que se iría a perder incluso con guía, ¡el sitio era enorme! Pero le gustó que conservara cierto aire familiar, no era como lo que solía ver en la televisión, casas perfectamente amuebladas y decoradas y sin pizca de sentimiento puesto en ellas, estéril, la casa de Hiroshi era grande, pero agradable y acogedora, algo a lo que cualquiera podría llamar hogar.
La esposa de Hiroshi corrió a su encuentro nada más verle, estrechándole en un cálido abrazo y comenzando a llorar en el proceso, pidiéndole disculpas sin cesar. El buen hombre la separó de él y la hizo sentarse en un sofá, diciéndole con tal dulzura que se tranquilizara que Hotaru sintió sus ojos humedecerse por la ternura de la que estaba siendo testigo. Se encontró añorando alguien que lo quisiera de verdad.
Si Hotaru pensó que la reacción que tuvo al verle era extraña, entonces nada le había preparado para lo que venía a continuación. Aquella mujer, cuyo nombre era Caroline, le estaba contando el comienzo de su relación con Hiroshi, y después los primeros años de su vida en el orfanato. No tardó demasiado en juntar dos más dos y descubrir que aquella señora tan bella cuyo rostro estaba cubierto de lágrimas y distorsionado por el llanto era de hecho su madre, y que el hombre al que más admiraba, el que le había rescatado del mismísimo infierno y le había dado un futuro que jamás habría soñado era nada más y nada menos que su padre.
Caroline siguió contando su historia a pesar del shock de Hotaru, contestando muchas de sus preguntas sin ser siquiera formuladas. Le dijo que había sido obligada a casarse con un hombre al que no amaba y que esperaba que además le diera hijos, que tomaba pastillas anticonceptivas a sus espaldas, no queriendo bajo ninguna manera traer al mundo a otro bebé que sufriera los maltratos de aquella familia, que al pensar que era estéril le había pedido el divorcio y que sus padres la despreciaron por ello. Tras escuchar la noticia del incendio del orfanato y de su desaparición, comenzó a odiar a sus progenitores como nunca antes, les culpaba por su supuesta muerte y en cuanto tuvo la primera oportunidad se había ido del país y había venido a Japón en busca de su antiguo amante, con la esperanza de que no la hubiese olvidado y de que la perdonara al descubrir sus pecados. También le dijeron que se casaron y acabaron teniendo una hija, pero que nunca habían sido capaces de olvidarle. Y le pidió perdón una vez más, diciéndole que estaba pensando que hacía lo que era mejor para él, que le amaba como más que a su propia vida y le preguntó si podían ser la familia que deberían de haber sido desde el mismo día en el que se enteró de su embarazo.
Hotaru no dijo nada, incapaz de pensar en aquel momento, su mente seguía repitiendo la historia una y otra vez en su mente, todo parecía tan irreal… en cambio caminó hacia la bella mujer y la abrazó con fuerza, enterró su cabeza en su cuello y comenzó a derramar todas las lágrimas que no pudo llorar en su vida. Lloró por haber crecido sin padres, lloró por la pérdida de sus amigos de toda la vida, lloró por haber perdido la virginidad a manos de un hombre cruel que no se había preocupado ni siquiera por no hacerle daño, lloró porque le obligaron a venderse a muchos hombres, lloró porque aquellos hombres le habían maltratado también, lloró por haber escapado y cuando pensó que no podría llorar más, lloró de felicidad por encontrar a su familia y descubrir, no solo que eran muy buenas personas, sino que le amaban.
Le llevaron a un cuarto y se quedaron con él durante toda la noche, velando sus sueños y alejando las pesadillas que le asechaban siempre que osaba cerrar los ojos. Conoció también a su pequeña hermana, que a sus escasos tres años era como un ángel diminuto que se metió por debajo de su piel en menos de lo que canta un gallo. Y durmió por primera vez en paz, abrazado a su recién descubierta familia.
Le inscribieron a una universidad de administración, su padre diciéndole que iría a heredar la casa de discos cuando él se jubilara, no le pareció una mala idea, pero su madre se había dado cuenta en seguida que no estaba tan entusiasmado con ello y le preguntó la razón. Era un poco embarazoso confesarlo, pero acabó admitiendo que su sueño siempre había sido ser un diseñador. Así fue como le transfirieron casi de inmediato a otra universidad, esta vez a su libre elección. Su hermana heredaría seguramente la discográfica, y en caso de que ella deseara otra cosa en su futuro, sus padres dijeron que la podrían compartir, así el negocio no moriría y ellos no serían infelices.
Actualmente, Hotaru es cantante y estudia diseño en la Universidad de Tokio, vive con su familia y despierta cada día con una sonrisa en el rostro. Puede que las pesadillas sigan estando presentes de vez en cuando, pero está seguro de que con el tiempo éstas también se desvanecerán, quedando en el olvido junto a sus años de esclavitud.






Anexos



- Le da mucho miedo empezar a salir con alguien y que su pareja se entere de su pasado y le menosprecie por ello o comience a tratarle de una manera diferente.
- También le aterra que esa persona le pregunte el motivo de su experiencia en la cama, y que le juzgue por ello. Sabe que algún día tendrá que explicárselo a alguien, pero trata de no pensar demasiado en ello, por mucho que no fuera culpa suya lo que le haya pasado.
- Ve ese capítulo de su vida como una enorme mancha oscura sobre su corazón, sabe que nunca va a curarse del todo, pero espera que por lo menos aprenda a vivir con ello.
- Le avergüenza haber disfrutado alguno de sus encuentros.
- Teme tener algún hijo en el futuro y no saber cuidarlo.
- Es bastante inteligente, y no tarda demasiado en pillarle el truquillo a lo que alguien le explique.
- Tiene una gran colección de sombreros.
- Le gustaría tener una mascota, preferiblemente un pequeño perro o un gatito blanco.
- Descubrió que le gustan los videojuegos y el anime, pero no se consideraría un otaku.
- Tiene debilidad por las películas románticas y las comedias y le da mucha vergüenza reconocerlo, pero también disfruta de las de acción, las históricas y las de fantasía.
- A veces se enfada con demasiada facilidad y puede acabar siendo gruñón, pero no le dura mucho.
- Le molesta que se burlen de él, pero no se lo toma demasiado a pecho.
- No sabe reaccionar bien a los halagos, y tiende a sonrojarse y ponerse bastante nervioso cuando le hacen cumplidos.
- Es coqueto.
- Su risa es tan rica que resulta contagiosa, en especial si es una de verdad, ya que sus ojos empiezan a brillar y muestran todas sus emociones abiertamente, a veces alguien que lo conozca lo suficiente será capaz de saber lo que piensa solo mirándole fíjamente a la los ojos.
- Su gran flexibilidad hace que sea un bailarín excelente, pero su capacidad de actuar... bueno, se podría decir que no hay mejor palabra para describirla que ''apesta''.


Anime/manga/videojuego:Uta no Prince-sama.
Nombre real del pj:Kurusu Shou (Syo).



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Mensaje por Lan Ming Vie 1 Mar - 14:40

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